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Writer's pictureGerardo Ibarra

¿Otro día mundial de algo?

Mañana 5 de junio es el día del medio ambiente y lo más probable es que para la mayoría pase desapercibido. Los días internacionales “de”, se han establecido para conmemorar, recordar y llevar a cabo acciones que recuerden un evento o refuercen una causa.


¿Qué se hace exactamente con un día del medio ambiente?



De acuerdo a la Secretaría del Medio Ambiente de México: En 1972 se declaró el 5 de junio como el Día Mundial del Medio Ambiente con el fin de crear conciencia y tomar acciones ante los temas más preocupantes cómo la contaminación marina, el calentamiento global, el consumo insostenible y los delitos contra la vida silvestre. En esta celebración se ven involucradas las participaciones de los gobiernos, empresas y ciudadanos en todos los niveles.


Empecemos por entender el concepto que aunque amplísimo, nos ayuda a entender de qué hablamos:


Medioambiente. ‘Conjunto de circunstancias o condiciones exteriores a un ser vivo que influyen en su desarrollo y en sus actividades’.


Ojo, me resultó interesante que la RAE propone la palabra como una sola palabra compuesta “medioambiente” y no medio ambiente.


El medio ambiente es en pocas palabras, todo lo que nos rodea.


El medio ambiente es la suma de todos los organismos vivos, y los componentes abióticos como el aire, temperatura, relieve, suelo y los cuerpos de agua que los rodea.


En el marco de éste día, me gustaría compartir mi visión sobre el turismo y el medio ambiente.


Desde hace tiempo he estado reflexionando sobre cómo podemos entender los viajes y el turismo a través de un modelo ilustrativo-filosófico para entender el verdadero valor del medio ambiente y el territorio dentro de la cadena de valor del turismo.



La escuela tradicional con enfoque en el mercado ha puesto a los turistas al centro de su modelo, el desarrollo, las experiencias, la infraestructura, las campañas y los servicios se diseñan para ofrecer al turista experiencias inolvidables, comodidad y privilegios sobre las personas que habitan un territorio. Nos han dicho y yo no puedo estar menos de acuerdo. Aunque los turistas son una de las piezas fundamentales del sistema y sin ellos no existiría turismo, no podemos entender a estos actores como el elemento prioritario y supremo para el diseño y gestión del turismo.


Por otro lado, en los últimos años la visión de crear modelos de turismo y negocios más justos han buscado regresar a los habitantes y a las comunidades receptoras un poco de lo que con justicia se merecen, creando modelos y conceptos como “turismo comunitario”. Después de haber trabajado más de diez años en “comunidades” en México, Sudamérica y África, puedo decir que me siento incapaz de definir el concepto de “comunitario” o vincularlo a una imagen específica. En América Latina aún conservamos esta imagen paternalista de lo comunitario como algo endeble pero noble, exótico, y merecedor de todo (el pueblo bueno). Si es comunitario es bueno, si es rural, mejor y si es indígena, lotería !

Yo dejé de creer en estas definiciones y maniqueísmos que muchas veces vienen de la academia o de personas que no pertenecen a esas comunidades que pretenden estudiar o desarrollar. Las comunidades son organizaciones humanas y como toda organización, son tan buenas o tan malas como sus personas y sus relaciones.


Entendí entonces que hay un elemento más grande y trascendente que nos atañe a todos, un elemento sin el cuál ni turistas, ni negocios, ni comunidades, ni guías, ni gobierno ni influencers, ni nadie, podría realizar ninguna actividad de valor en el turismo: El destino, el medio ambiente.

Todos vivimos en el medio ambiente, es el factor que nos une, conectados por un transparente velo de viento, humedad, agua y tierra que a su vez, da vida a especies no humanas y que nos proveen de servicios y valor.


Debemos de dejar la visión antropocentrista en la que ponemos a los turistas, a las comunidades, a las empresas o al gobierno al centro.


¿Alguna vez han estado frente al fuego en una fogata? Todos nos sentamos alrededor del fuego para obtener su luz y su calor y entramos en un profundo trance que está instalado en lo más profundo de nuestros genes. El fuego nos une, nos cuida, nos provee.


Cuando el fuego comienza a apagarse, alguien, quien sea, corre a atizar la leña, a agregar un tronco o a mover las ramas para mantener el fuego vivo. Un acuerdo implícito nos indica que todos estamos al cuidado del fuego, es el elemento central de la escena.


Pensando en un modelo de turismo sostenible, mi propuesta y mi idea es que como en la fogata, pongamos al territorio al centro. El territorio que define todos los elementos con los que interactuamos como humanos y organizaciones define el valor, las costumbres, los recursos, la organización y la personalidad.


El territorio al centro nos une en un factor común que es más grande que el individuo y se difumina con el colectivo.



El territorio al centro para un modelo de turismo sostenible implica que el medio ambiente sea la prioridad a conservar, para nosotros y para los que vienen detrás de nosotros.










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