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Writer's pictureGerardo Ibarra

Workism: tú también lo puedes sufrir

No conozco a una persona de mi generación que no viva la enorme presión de balancear la vida profesional, personal, sus relaciones y su salud. Vivimos en una cultura que nos exige tiempo y desempeño óptimo en todas las áreas de la vida y ésto no sólo no es realista, es dañino.

Workism: tú también lo puedes sufrir

Resulta fácil evaluar y juzgar a las personas por no tener claras sus prioridades o por  falta de organización, sin embargo, en la mayoría de los casos el desbalance entre vida/trabajo no es un tema de elección. El momento en el que vivimos nos obliga “partirnos el lomo” para ganar lo suficiente y tener una vida digna, considerando que el retiro ya no es una opción realista para el futuro y que los precios de los inmuebles son impagables, la gentrificación disminuye la accesibilidad a vivienda y es cada vez es más difícil encontrar alimentos limpios y sanos a costo accesible.


Constantemente somos invadidos con publicidad y promociones y arquetipos que sólo detonan nuestro deseo y ansiedad, también nos hacen sentir culpables por no tenerlo todo. 


Es un tema mucho más profundo que sólo un asunto de mentalidad, organización y autoestima, vivimos en un mundo sumamente exigente. La falsa meritocracia,  la cultura del esfuerzo y las buenas vibras nos están dañando.


Además de todo los retos y exigencias que implica la generación de dinero y el consumismo, tenemos otro tipo de exigencias en nuestras vidas: mantener la salud física y mental frente entornos enfermos e insalubres, crear y sostener relaciones justas y profundas en una cultura que nos empuja al individualismo y a la desconfianza, mantener la paz y la calma interior en un ecosistema lleno de ruido y distracciones, salvar al planeta de nosotros mismos después de décadas de destrucción sistémica.


Ante este escenario buscamos respuestas y espacios en todos lados, desde nuevas religiones y prácticas psico-espirituales que son más pseudociencias o reinterpretaciones chafas de rituales antiguos, hasta causas ambientales y sociales, grupos culturales o equipos deportivos. 


Buscamos desesperadamente encontrar espacios de profundidad, autorrealización y trascendencia y al vernos orillados a trabajar más de la cuenta, nos refugiamos en el trabajo para encontrar un sentido de utilidad y propósito. 


Workism: tú también lo puedes sufrir

Nos mimetizamos con los objetivos y las metas de las empresas para las que trabajamos, nos apropiamos de su filosofía y su visión, vamos mucho más allá de “ponernos la camiseta” y centramos nuestra vida alrededor del trabajo y los logros que alcanzamos a través de él y nos sentimos orgullosos.


Nuestros valores, nuestras relaciones y nuestro tiempo lo definimos en función a nuestro trabajo. lo ponemos al centro de nuestra existencia, todo lo demás es periférico, todo lo demás es el adorno. 


A ésta nueva forma de vida se le ha llamado “workism”. La religión del trabajo.


“Derek Thompson acuñó la frase "workism” en un ensayo de 2019 para The Atlantic, un término que usó para describir un fenómeno entre hombres de élite, ricos y con educación universitaria con quienes el trabajo se transformó "en una especie de religión, que promete identidad, trascendencia y comunidad. El trabajo es un sistema de creencias que eleva el trabajo más allá de un medio de producción económica y lo convierte en "la pieza central de la identidad y el propósito de la vida", explicó Thompson”. (Coleman, The Week, 2024)


A diferencia de la adicción al trabajo o “workaholism”, el “workism” resulta igual de peligroso, pues no se trata sólo de tener una compulsión y adicción a trabajar, el workism encarna engañosamente la vocación y dedicación en un aura de valor, orgullo, esfuerzo y honor.


Workism: tú también lo puedes sufrir

El workism justifica este comportamiento con la falsa promesa de autorrealización, las consecuencias para la persona pueden ser devastadoras: relaciones rotas o inexistentes, detrimento en la salud física y mental, sensación de vacío, crisis de ansiedad, falta de un propósito y desconexión con la naturaleza y con los demás.


Para quienes trabajamos en causas sociales y ambientales se vuelve aún más retador. Las profesiones de vocación y vinculadas a causas socioambientales se convierten en banderas personales y en el centro de la identidad de la persona  y es muy fácil confundir los intereses, el bienestar y los deseos personales con los de la causa. Activista, docente, investigador, creador, nos definimos por nuestra misión.


Algunas de las formas en cómo he podido identificar y corregir los desbalances entre mi trabajo y mi vida personal son:


  • Escribir al respecto: Llevo un cuadernos y documentos en donde describo con detalle cuál es mi visión de vida y mis objetivos futuros, los separo en distintas categorías y una de ellas es el trabajo, aunque las categorías se interrelacionan, la vida profesional no está al centro o por encima de lo demás.


  • Conversar: En los últimos años he aprendido a reconocer el valor de las conversaciones con otros colegas, escuchar sus sentimientos, emociones e ideas respecto a la vida y el trabajo me han ayudado a reconocer patrones y excesos personales y aunque no he podido transformarlos todos, identificarlos y reconocerlos constituye el primer paso.


  • Primero yo: Mantengo mis “no negociables” como prioridad absoluta. Todas las mañanas antes de contestar cualquier mensaje o llamada de trabajo e incluso antes de ver redes sociales dedico tiempo para mi: despertar en calma, hidratarme, meditar, leer y entrenar. Esta es una señal consciente que envió a mi y al mundo de que mi bienestar mental, emocional y físico están primero.


En los últimos años, este tema ha sido uno de los más retadores a los que me he enfrentado. Mi vocación, mis pasiones y mis gustos personales me han llevado a justificar el hecho de dedicar 10 o 12 horas al trabajo de lunes a domingo. Y aunque los logros y avances en mi vida profesional se han hecho evidentes con el tiempo, en ocasiones ha sido a costa de mi tiempo libre, descanso, salud emocional y mental. 

Workism: tú también lo puedes sufrir

Aunque reconozco que el momento de mi vida es el de mayor productividad, también es fundamental reconocer que el trabajo no es lo único y que la vida no está asegurada: “Memento mori”. Para recordármelo, en mi tablero de visión (o como ridículamente me gusta llamarlo, mi “plan de ataque”) escribí la siguiente leyenda como máxima:Lograr que mi profesión sea parte complementaria de mi vida y no la prioridad o lo que me define.Es mi trabajo diario recordar que la verdadera realización se encuentra en el servicio, en la salud y en la búsqueda de la felicidad.

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